camino por una calle oscura con adoquines en su suelo, un farol medio malo medio bueno que parpadea, como queriéndome decir -te observo-.
Al final de aquel pasillo estoy mojado entero, cual balde de agua fría tirado sobre mi ropa abrigada. El tema es que estoy en pleno invierno, noto que mi aliento parece pintura spray blanca y despampanante y derepente aparece una extraña mujer, extraña podrá ser, pero sensual como ninguna y ella sola al mismo tiempo. Sus cabellos? rojos y extensos, su boca? gorda, húmeda y bien roja, cual usara labial, pero al natural, su ropa? casi ni utiliza, está desnuda bajo un abrigo color blanco invierno.
Puedo intuir que así está, cuál creación la trajo a este perro mundo cruel, que ya no es tan cruel si ella desnuda está. Me mira de reojo y yo casi parezco un perro desesperado por los restos del asado de día domingo. La huelo, la palpo, casi la saboreo antes de tocarla y lamerla. Antes de besar su vientre y sus piernas y sus dedos y sus orejas y su espalda. Me imagino todo, creo que luego de esto, ella me habla. Detiene su vida un minuto para acercarse a mí y pedirme fuego para invadir sus pulmones de canceroso y grisáceo aire. Entonces yo enamorado de sus gestos, de su ronca voz y de sus uñas pintadas y sus pestañas postizas, creo ir al cielo, tener un orgasmo, escuchar un disco de spinetta a todo volumen, comer un chocolate y fumar un cogollo. Sólo por el hecho de ella estar frente a mí, solicitando tan ansiada llama, que metafóricamente es pasión, ardor, placer. Creo hallarlo todo con sus palabras fugaces. Pero me equivoco, ella me sorprende invitándome a charlar, al verme mojado me ofrece un lugar para yo poder secar mis pies. Me lleva a un local, lleno de luces ubicado a la vuelta del oscuro pasaje. El lugar parece alegre y algo desordenado, ella me pide que deje mis cosas en un banco que se encuentra cercano a la ventana. Entonces comienzo a sacar de mis poros aquella ropa mojada que los cubría. El banco cada vez se llenaba más y ella estaba de espalda delante de mí esperándome. Esperando no se qué. Esperando quizá ver el tamaño de mi tula. O quizá esperando ver mi cara de idiota al estar totalmente desnudo frente a tal pedazo de mujer. Se que a ella le encantó poder dominar de tal manera la situación. Se sentía fuerte, potente, se sentía aún más sensual y erótica de lo que ya es. Cuando estoy casi terminando de sacarme lo que me acompaña y sólo me queda un calzoncillo algo roñoso que no se por qué intuía que no debía usar al levantarme, pero a pesar de todo seguí adelante.
Justamente ella se desnuda y camina hacia la otra habitación, yo la miro de espalda y sus glúteos me dejan marcando ocupao, su pelo largo es una enredadera de roja hierba salvaje. Cuando vuelve hacia mí, tapa sus pechos con su extenso pelo, me acerca una toalla seca y me cubre, cual fuera una madre preocupada por mi futura gripe. Debo asumir que mi calentura fue más, el complejo edípico se metió en el caudal de mis venas y estremeció todo lo que antes podía estar sereno. Simplemente me sentía un niño hipnotizado por su belleza. Ella dejó de pronunciar palabras, dejó que sus ojos pronunciaran todo en un infinito lenguaje humano. Se me acercó, besó mi oreja como si fuera un dulce. Me cerró un ojo y me dijo, vístete oh! que van a llegar mis clientes pronto y estai puro ocupando espacio.
wajajajaAl final de aquel pasillo estoy mojado entero, cual balde de agua fría tirado sobre mi ropa abrigada. El tema es que estoy en pleno invierno, noto que mi aliento parece pintura spray blanca y despampanante y derepente aparece una extraña mujer, extraña podrá ser, pero sensual como ninguna y ella sola al mismo tiempo. Sus cabellos? rojos y extensos, su boca? gorda, húmeda y bien roja, cual usara labial, pero al natural, su ropa? casi ni utiliza, está desnuda bajo un abrigo color blanco invierno.
Puedo intuir que así está, cuál creación la trajo a este perro mundo cruel, que ya no es tan cruel si ella desnuda está. Me mira de reojo y yo casi parezco un perro desesperado por los restos del asado de día domingo. La huelo, la palpo, casi la saboreo antes de tocarla y lamerla. Antes de besar su vientre y sus piernas y sus dedos y sus orejas y su espalda. Me imagino todo, creo que luego de esto, ella me habla. Detiene su vida un minuto para acercarse a mí y pedirme fuego para invadir sus pulmones de canceroso y grisáceo aire. Entonces yo enamorado de sus gestos, de su ronca voz y de sus uñas pintadas y sus pestañas postizas, creo ir al cielo, tener un orgasmo, escuchar un disco de spinetta a todo volumen, comer un chocolate y fumar un cogollo. Sólo por el hecho de ella estar frente a mí, solicitando tan ansiada llama, que metafóricamente es pasión, ardor, placer. Creo hallarlo todo con sus palabras fugaces. Pero me equivoco, ella me sorprende invitándome a charlar, al verme mojado me ofrece un lugar para yo poder secar mis pies. Me lleva a un local, lleno de luces ubicado a la vuelta del oscuro pasaje. El lugar parece alegre y algo desordenado, ella me pide que deje mis cosas en un banco que se encuentra cercano a la ventana. Entonces comienzo a sacar de mis poros aquella ropa mojada que los cubría. El banco cada vez se llenaba más y ella estaba de espalda delante de mí esperándome. Esperando no se qué. Esperando quizá ver el tamaño de mi tula. O quizá esperando ver mi cara de idiota al estar totalmente desnudo frente a tal pedazo de mujer. Se que a ella le encantó poder dominar de tal manera la situación. Se sentía fuerte, potente, se sentía aún más sensual y erótica de lo que ya es. Cuando estoy casi terminando de sacarme lo que me acompaña y sólo me queda un calzoncillo algo roñoso que no se por qué intuía que no debía usar al levantarme, pero a pesar de todo seguí adelante.
Justamente ella se desnuda y camina hacia la otra habitación, yo la miro de espalda y sus glúteos me dejan marcando ocupao, su pelo largo es una enredadera de roja hierba salvaje. Cuando vuelve hacia mí, tapa sus pechos con su extenso pelo, me acerca una toalla seca y me cubre, cual fuera una madre preocupada por mi futura gripe. Debo asumir que mi calentura fue más, el complejo edípico se metió en el caudal de mis venas y estremeció todo lo que antes podía estar sereno. Simplemente me sentía un niño hipnotizado por su belleza. Ella dejó de pronunciar palabras, dejó que sus ojos pronunciaran todo en un infinito lenguaje humano. Se me acercó, besó mi oreja como si fuera un dulce. Me cerró un ojo y me dijo, vístete oh! que van a llegar mis clientes pronto y estai puro ocupando espacio.
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