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“Nosotros tenemos la alegría de nuestras alegrías y también tenemos la alegría de nuestros dolores, porque no nos interesa la vida indolora que la civilización del consumo vende en los supermercados .Y estamos orgullosos, nosotros tenemos la alegría de nuestros errores, tenemos la alegría de nuestras derrotas, porque la lucha por la justicia y la belleza valen la pena también cuando se pierde. Y sobre todo tenemos La alegría de nuestras esperanzas .En plena moda del desencanto, cuando el desencanto se ha convertido en artículo de consumo masivo y universal, nosotros seguimos creyendo En los asombrosos poderes del abrazo humano.” Eduardo Galeano.

Hoy quiero morir de pena y de frío y de susurros y de lágrimas de medias noches tardías y sinceras, a tal punto ha llegado la franqueza de aquellas dos personas adheridas que me muerdo la lengua y me cuesta el respiro y desespero de nervios y de impotencia por mi ceguera. Me retuerzo a momentos, me embriago de llantos estrepitosos, finalmente me resigno y vuelvo al desastre, al ahogo, al intranquilo dormir y al escalofriante despertar, resignada me levanto, decidimos ir, con un silencio constante entremedio de nuestros ojos hinchados, ante el comienzo del día, la niebla nos invade y empezamos a caminar, de las manos heladas, con miedo a pronunciar palabras inadecuadas, es preciso callar a veces, omitir sucesos y esperar la micro y darte un beso lindo y grande y decir te quiero y oler tu cuello como siempre lo hago. Soy yo, la niña que corre bajo la lluvia con los pies mojados. La que escapa de su silencio innato, la que busca constantemente una luz en su oscuro atardecer. Soy yo la mujer para muchos, pero niña al fin y al cabo. Inmadura hasta los huesos. Prometo.