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¿Acaso es mucho pedir un segundo desesperado de entrega?
Esporádica, momentánea, inadvertida, majestuosa. No quiero olvidar tu olor, ni tus besos, ni tú abrazo cálido a cada despedida, a cada instante posible. No quiero olvidar mi voz escuchando tu voz, tus ojos mirando los míos, ni el sonidito del cigarro que quemamos en el parque, ni los sueños que planeamos caminando por las calles, ni los gestos, ni los bailes, ni las lenguas, ni las risas. Más que nada y todo, es eso, no es mucho pedir. Sólo espero que en esa plaza llegues tú y tus ojos me miren y tus manos grandes, y me abracen tus brazos, y me besen tus besos. Y el reloj no pase, porque no tiene que pasar, que las distancias se hagan humo, que las responsabilidades se trasluzcan, en este, nuestro instante.