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quiero que alguien llegue y me diga cosas y me hable claro y se quede atento y respire profundo y se entusiasme con mis recuerdos y me recuerde los suyos como si fueran míos y sus sonrisas las plasme en mi boca como por arte de magia incomprensible. quiero que llegue no se bien quién es, mucho menos quién será, pero quiero que no tenga miedo y enfrente cualquier momento como el más pertinaz de los seres, quiero quedarme relente, taciturna y plasmada en momentos que no se repiten porque son únicos, inusitados y deslumbrantes y me iluminan y me alegran y me regocijan y me fulguran no se qué pero hay algo que tienen esos sueños que me dan ganas de vivir ahora y que venga pronto y se quede mucho y no se inquiete con mis pesares si es que alguna vez los tuviera porque a decir verdad siempre será así. Caminando por el sector de los recuerdos se detienen tantos momentos brillantes que parecen retocados magníficamente por una entidad ajena a nuestro propio existir, haciéndolos encandilar de manera extraordinaria y a veces (sólo a veces) de manera abrupta. Me encanta saber que han pasado tantas cosas y los recuerdos siguen latiendo como el más enérgico de los corazones y estoy aquí todavía, quedan muchos, falta poco, queda tiempo y memoria y alegrías y quiero estar lista para afrontar cuantas veces sea necesario esa proximidad anhelante que no tiene definido color ni sombra ni relato ni mucho menos rostro, porque si existiera el más mínimo detalle de certeza se pondría monótono y ese escurridizo soñar perdería su magia y su esencia de majestuosidad o mejor dicho de volatilidad momentánea y fronteriza. disculpen*