Pero no te pongas triste si un día vez cambiar el tiempo por susurros instantáneos, tampoco decaigas ante la idea de que nada es para siempre. Siempre plena, siempre infinita, siempre atenta y descalza. Regocíjate al ver tanta dicha en tus anocheceres, intenta borrar de tu cabeza afligida todo pensamiento inútil y oxidado. Vive cada instante y respira hondo y sonríe claro y habla despacio. Entrégate hasta los huesos y luego déjate como un simple objeto, como una simple nota, como un simple instante, concédete a veces, imprégnate y actualízate, despabílate y acongójate. Pero nunca olvides los planes ni los sueños que construiste con un delicado y fugaz minuto de soledad y coméntate y enséñate y acuéstate, pero nunca dejes que el frío no te deje ser ni estar. Hay tanta felicidad en los días, lo que pasa es que se encuentra oculta en detalles inmersos en confusiones y descartes, el verdadero hecho está en hallarlas, aunque sean recónditas y furtivas. Nunca te dejes, nunca.